La Virgen María En La Biblia
Por Ella Rozett, traducion por Jesús Ángel Gomollón Garcia*
Mucha gente, dentro y fuera de la Iglesia Católica siente que la devoción de aquéllos que aman a María es exagerada, apenas Cristiana, y no fundada en la Biblia. Pero la negativa, especialmente de muchos protestantes, de reconocer a María como algo más que una especie de incubadora de Jesús, está muy lejos de hacer justicia al mensaje de la Biblia.
Ellos ignoran Lucas 1:48 donde María dice: “desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones”. Ellos no la llaman bienaventurada.
Ellos ignoran Lucas 1:52 donde María habla de Dios y de sí misma cuando dice. “Quitó de los tronos a los poderosos, Y exaltó a los humildes.” Pretenden que siga siendo una humilde sierva, más que reconocer que Dios levantó a su humilde sierva hasta los más altos honores.
Ellos ignoran Apocalipsis 12:1, donde la madre del salvador es vista “ vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.”. ¿No la coronó Dios y la vistió con cuerpos celestiales, haciéndola así la Reina de los Cielos?
Ellos ignoran la parte de la historia de las bodas de Caná, donde María insta a Jesús a iniciar su ministerio. Ella le pide que muestre alguno de sus poderes sobrenaturales, “su gloria” como lo llama la Biblia. El dice “Aún no ha venido mi hora”. Pero ella parece saberlo mejor y lo empuja fuera del nido, por así decir. ¿Es ésta simplemente una “humilde sierva” o más una madre Judía asertiva y proactiva?.
María está presente, no sólo en cada paso de la vida de Jesús sobre la tierra, sino incluso antes y después. Así quizás como los magos en Mateo 2:11 que “vieron al niño con su madre María”, nosotros también tenemos que encontrar a Jesús con su madre. No hay necesidad de escoger a uno sobre el otro. Al contrario, según lo que la Bienaventurada Virgen María ha dicho en varias apariciones, Jesús quiere que recemos a y con ambos, Jesús y María.
Echemos un vistazo a la vida de María con Jesús
En su concepción, Dios no tomó a María por la fuerza. Él le habló muy respetuosamente, y ella consintió en convertirse en la madre virgen del Mesías. De modo que su consentimiento, su “ hágase conmigo conforme a tu palabra” era obviamente importante para Dios. El podía simplemente haberla impregnado e informado después del hecho. Pero tal parece que era parte de su plan dejarle la decisión a ella. ¿Por qué? Muchos pensadores católicos responden esta cuestión haciendo una conexión con Eva, la “Madre de todos los vivientes” (Génesis 3:20). En su carta a los Romanos 5:18-19, Pablo dice: “Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos”. Los Católicos aplican el mismo pensamiento no sólo a Adán y a Jesús, sino también a Eva y a María. Entonces se lee. “Así como el pecado y la muerte llegaron al mundo por la desobediencia de Eva y Adán, el perdón y la vida eterna llegaron por la obediencia de María y Jesús.”
La conexión entre Eva y María es también evidente en la profecía de Dios en Génesis 3:15, donde dice a la serpiente, que representa al Diablo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Aquí Dios predice que aunque una mujer fue la primera en sucumbir a las tentaciones del diablo, también será la que lidere la lucha contra Satán. Y ella será la que eventualmente traerá un descendiente que aplastará el poder del Diablo (su cabeza) – aunque esto pueda costarle su vida corporal (el mordisco en el talón).
Lamentablemente, incluso entre Católicos hay muchos que dicen que María no sería nada sin Jesús, que ella recibe todo su poder y su gracia de él. Sin embargo eso no es lo que dice la Biblia. Aquí Dios escoge a María por sus propias cualidades para ser su madre. Antes de que ella conciba a Jesús, Dios ya le dice a ella: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres… has hallado gracia delante de Dios” (Lucas 1:28+30). Martín Lutero dijo ante todo el mundo “Dios está con ella, lo que significa que todo lo que ella hizo o no hizo es divino, y la acción de Dios a través suyo”. María no se volvió santa porque Jesús fuese su hijo. Jesús fue su hijo porque ella ya era santa. Esto no quiere decir que sus experiencias con Jesús no la hiciesen más santa, pero Dios ya estaba con ella y “el poder del Altísimo la cubrió con su sombra” antes de que Jesús se hiciese humano (Lucas 1:35). Así que el poder y la gracia de María vienen de las tres personas de la trinidad.
Volvamos al tema de la obediencia de María por un minuto, porque no era una cuestión baladí. Al consentir en un embarazo extra-marital ella lo arriesgaba todo. Si ella no podía convencer a José y a muchos otros del origen divino del niño, ella seguramente perdería a su novio y muy probablemente también su vida, porque la pena por adulterio era apedreamiento hasta la muerte. De modo que María mostró una fe increíble al participar en el plan de Dios, y parte del plan era una doncella cuya reputación y santidad ayudarían a la gente a creer que ella había concebido del Todopoderoso. ¿Qué habría sido si hubiese concebido a Jesús sólo para ser apedreada hasta la muerte por adulterio?
Obviamente su fe estaba bien arraigada. Dios cuidó de ella vinculándola con Isabel, que también concibió milagrosamente. Entonces él llenó a la prima de María, mayor que ella, con el Espíritu Santo y la hizo reconocer inmediatamente a María y su niño divino. En Lucas 1:42-43+45 Isabel exclama “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? “ Imbuida del Espíritu Santo, Isabel llama a ambos, madre e hijo, benditos y es la primera en llamar a María “La Madre de mi Señor”, i.e., la Madre de Dios. Por tanto, Isabel es la primera discípula de Jesús y María. Su sagrado entusiasmo continúa: “ Dichosa la que ha creído que se cumplirá lo que se le dijo de parte del Señor” (Lc 1:45). Exultante de que Dios le hubiese dado una aliada semejante, María responde con un canto de alabanza a Dios, conocido como el Magníficat (Lc. 1:46-55). ¡Qué hermoso ejemplo de mujeres apoyándose una a otra en el trabajo de Dios!
Aunque Dios tomó cuidado de María, su fe fue probada severamente una vez tras otra. Después de la concepción virginal tenía que dar a luz a Jesús en un pobre y viejo establo, mientras estaba de camino. Desde allí, la familia sigue a Jerusalén para presentar a Jesús ante Dios en su templo. Aquí de nuevo Dios envía al Espíritu Santo a través de un hombre y una mujer (Simón y Ana) para darle un mensaje a María y al mundo (Lc 2:26-38). Dios hace proclamar a Simón que Jesús es el mesías y que ambos, él y su madre, sufrirán mucho por causa de ello. En los versículos 34+35 le dice a María: “Simeón los bendijo, y dijo a María, su Madre: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para blanco de contradicción; y una espada atravesará tu alma, para que se descubran los pensamientos de muchos corazones”.
Los editores patriarcales han insertado paréntesis en el texto, como para hacer que parezca que las palabras de Simón sobre el sufrimiento de María (“ y una espada atravesará tu alma”) fuera un excurso y que el hecho de que se descubran los pensamientos de muchos corazones se debiese sólo al sufrimiento de Jesús. Pero no hay paréntesis en el texto Griego. Simón se refiere a las pruebas de Jesús y María, sin faltar ni una coma. Así que, de nuevo, las escrituras sugieren mucho más trabajo en común entre hombre y mujer, Jesús y María, que lo que la gente quiere admitir. Desde el nacimiento de Jesús en el establo hasta su muerte en la cruz, María lo acompañó y compartió su dolor. Su sufrimiento y sacrificio fue también el sufrimiento y sacrificio de ella y sus alegrías fueron también suyas (de ella).
Cuando Jesús tenía doce años, él aparentemente pensaba que estaba listo para dejar a sus padres terrenales y permanecer en el templo en Jerusalén. Lc 2:41-52 describe cómo Jesús no quería volver a casa con su familia. La vida en el templo era una opción válida para los devotos extremos, pero María y José no lo permitieron. Sabiendo que Jesús era el Mesías, María aparentemente se sintió segura de que, de cualquier modo, ella podía prepararlo tan bien para su papel como cualquier número de sacerdotes y escolares del templo. Sus padres le mandaron volver a casa con ellos y él “y les estaba sujeto” (Lc 2:51). Aparentemente María tenía razón para su confianza, porque como informa Lucas “Jesús crecía en sabiduría y edad y gracia ante Dios y ante los hombres”. (Lc 2:52).
En las bodas de Caná (Juan 2:1-12) María le pide a Jesús que ayude con un milagro cuando la fiesta se queda sin vino. Al principio el lo rechaza bruscamente diciendo “Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? No es aún llegada mi hora”. Ella ignora su respuesta, aparentemente sabiendo que el no rechazaría realmente su petición, e instruye a los sirvientes que hagan lo que Jesús les diga. El resto es historia: el convierte el agua en vino y su hora de ministerio público ¡ha llegado después de todo!.
La respuesta de John Calvin a esta historia fue criticar a María por su deseo “de exceder su humanidad y hacerse ella mísma una intermediaria, lo que es olvidar que la gracia viene totalmente de Dios y lo que él disponga”*. La arrogancia de los pensadores patriarcales nunca deja de sorprenderme. Obviamente Dios concedió el deseó desinteresado de María porque ella sabía cómo pedir esa gracia, que es “totalmente de Dios”, para la humanidad. Dios debe haber visto únicamente compasión y sabiduría en su petición y confirmó su papel de intermediaria. Dios no tenía miedo de dar poder a María.
Así que la fiesta de la boda de Caná es de donde los Católicos sacan la idea de que Jesús no puede rechazar ninguna petición enviada a él a través de su madre.
María no fue solo un instrumento en esta boda, sino que estuvo también entre los primeros discípulos en viajar a lo largo del país con su hijo. El texto dice: “Después de esto (la boda) bajó a Cafarnaúm Él con su Madre, sus hermanos y sus discípulos.” (Jn 2:12) . Ella no estaba físicamente a su lado todo el tiempo, pero aparentemente tanto como podía. Ella estaba aún entre los discípulos en Pentecostés, cuando todos ellos recibieron el espíritu santo del ascendido Cristo. Hechos 1:13-14 lista los apóstoles presentes en la ocasión y añade: “Todos éstos perseveraban unánimes en la oración, con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús, y con los hermanos de éste.”
Como los otros discípulos, María algunas veces tenía que ir a casa a cuidar de la familia etc. En ésto ella no es diferente de Simón, por ejemplo, quien en Marcos 1:30 atiende a su suegra, cuando ésta se encuentra seriamente enferma.
Durante estos años de recorridos errantes, la Biblia menciona a María un par de veces de un modo que se entiende a veces como si Jesús dijese que ella no era importante o le faltase al respeto. Miremos a Marcos 3:31-35. Desde un punto de vista más superficial, este pasaje trata de una típica madre Judía diciéndole a su hijo “Come! Come!”. Antes, en el mismo capítulo, (Mc 3:20-21) Marcos describe cómo tanta gente atosiga a Jesús y sus discípulos que ellos no tienen tiempo ni para comer. Aparentemente ésto ha sucedido más de una vez, porque alguien está lo suficientemente preocupado por ello como para dar un aviso a la familia de Jesús. Como cualquier buena madre haría, María piensa que su hijo está excediéndose. ¿Cómo puede llevar a cabo su ministerio si no saca tiempo para comer? Ella reúne a sus familiares para ir y llamarle la atención. Aparentemente quiere usar su autoridad y aliados para dispersar a la multitud el tiempo suficiente para que su hijo coma. Así es como llegan a la casa a rebosar donde está Jesús y pide que salga con ellos. Suena como si quisiera secuestrar a su hijo y hacerle comer. Pero él sabe lo que está ocurriendo y le dice básicamente “Mamá, ya soy un chico grande; yo sé lo que es mejor para mi vida!”. El se está emancipando.
Sin embargo, Jesús frecuentemente actúa y habla no sólo a un nivel mundano, sino también a un nivel espiritual. Y así, usa la ocasión para invitar a todos sus seguidores al interior de su familia. Él dice: “¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y, echando una mirada sobre los que estaban sentados en derredor suyo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.” (Mc 3:33-35). Él nos invita a todos nosotros a hacer lo que María hizo cuando dijo “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1:38).
El mismo tema se desarrolla en Lucas 11:27-28. Aquí una mujer exclama: “ ..Bendito el seno que te llevó y los pechos que mamaste. Pero El dijo: Más bien dichosos los que oyen la palabra de Dios y la guardan.” El no dijo: “No, mi madre no es bendita”, él literalmente dice “ciertamente” (ella es bendita por ser mi madre) “e incluso más benditos” son todos aquéllos que guardan la palabra de Dios. El mismo evangelio de Lucas pone muy claro que María es la primera entre aquéllos que “oyen la palabra de Dios y la guardan”. Ella oye al ángel Gabriel en la anunciación y responde con “que se cumpla en mí tu palabra”. Poco después Isabel confirma “Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció” (Lc 1:44). De nuevo, en el capítulo siguiente Lucas dice: “Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón.” Lc (2:18)
Desde luego, el énfasis de Jesús no está en el cuerpo que lo alimentó, sino en el alma que se unió con él en la realización de la voluntad de Dios. Nosotros tenemos que seguir el ejemplo de Jesús y María más que sólo admirarlos como algo externo.
El famoso místico del siglo XIII Master Eckhart dio voz a la misma idea cuando dijo: “¿Qué hay de bueno para mí si el eterno nacimiento del Hijo divino tiene lugar incesantemente, pero no tiene lugar dentro de mí mismo? ¿Qué hay de bueno para mí, si el creador hace nacer a su hijo y yo no lo hago nacer también en mi cultura?
El énfasis de Jesús estaba siempre en incluir a tantos como pudiese en la familia de Dios. En esta familia los más humildes son los más grandes. Así, el humilla no sólo a su madre sino también a sí mismo. Más que llamarse a sí mismo Hijo de Dios, prefiere llamarse como Hijo del Hombre. El mismo dice: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios” (Lc. 18:19).
Jesús quería ser nuestro servidor y hermano y que su madre fuese nuestra hermana. ¿Es por ello erróneo pensar en ellos como el Hijo de Dios y la Madre de Dios? No, lo que es incorrecto es pensar que Dios no puede ser nuestro Señor y servidor, nuestro padre y hermano, nuestra madre y hermana, divino y humano. Dios no encaja en los pequeños y ordenados moldes en que queremos encajonarlo. Él rompe todos los esquemas.
Finalmente, en Juan 19:26-27. Aquí la vemos debajo de la cruz. Excepto el apóstol Juan todos los discípulos varones han huido temerosos. Los que arriesgan todo por Jesús son Juan y 3 Marías: La Virgen María, su hermana María y María Magdalena. “Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaban allí, dijo a la madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” Los Católicos dicen que en este momento Jesús dio a su madre a todos sus discípulos como madre suya (de ellos). Aparentemente esto nunca se les ha ocurrido a los Protestantes. ¿Por qué no? Ellos saben que lo que se dice en la Biblia no es simplemente un relato histórico de lo que pasó entre determinadas personas hace 2000 años. Ellos saben que cuando Jesús se dirige a sus discípulos, se dirige a todos nosotros. Ellos saben que cuando él dice a un individuo: “Tus pecados son perdonados; tu fe te ha hecho libre.” Él se refiere a todos nosotros. Entonces, ¿por qué no tendría que referirse a todos nosotros el Espíritu que inspiró la Biblia cuando él/ella inspiró a Jesús a decir “He ahí a tu madre”?
Notas al pie:
Thomas O’Meara, Mary in Protestant and Catholic Theology, -María en las Teologías Protestante y Católica” Sheed and Ward, New York: 1965, p.133
Prof. Jesús Ángel Gomollón Garcia enseña ingenieria en la universidad de La Coruña, cerca de Santiago de Compostella, España.Interfaithmary en Español